En el mundo de los ‘scammer-headlines’, la verdad importa poco. Recién el New York Times planeaba publicar una historia sobre cómo el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador había recibido dinero del narco para su campaña presidencial de 2018, donde ganó con un amplio margen, -si, otra historia más sobre el mismo tema ya desechado anteriormente-, y el mismo López Obrador aplicó la estrategia de Eminem: si te haces mierda a ti mismo, el enemigo ya no lo podrá hacer.
Así inició esta mañana del 22 de febrero: con un nuevo episodio de la guerra entre tres fuerzas que mueven al mundo. Por un lado una agenda no tan secreta de las corporaciones multinacionales de Estados Unidos que intenta influir en las siguientes y muy próximas elecciones presidenciales en México; por otro lado un presidente que en su afán de defenderse de aquellos poderes que él llama ‘neoliberales’, ataca a su población más en riesgo: los periodistas críticos; y al final de la saga, el periodista, que sin darse cuenta va siendo usado como un pobre peon ignorante en las luchas de poderes.
A veces me gustaría pensar que los periodistas no somos tan ingenuos. Siempre hay una agenda detrás de la información ofrecida y ese es hoy el primer paso ante cualquier alegato, información, declaración o evidencia ofrecida por una fuente: preguntar ¿y por qué te sirve a ti que yo tenga acceso a esto?. Eso es lo que me ha mantenido con vida escribiendo historias del narco en Latinoamérica. Pero las agendas son como las ballenas: A veces salen a la superficie así, sin haberlas pedido, a veces por hambre, a veces a tomar el Sol, otras veces a lucirse, a que les tomen foto para que vayan y cuenten. Pero en la mayoría de las ocasiones, las ballenas viven en las frías y oscuras aguas del fondo del mar. No se asoman, sino que hay que ir a buscarlas, bien equipados para lo que venga. Y lo difícil no es ir a buscar, sino regresar con vida.
Pero la realidad es que los periodistas seguimos siendo el eslabón más débil, el más precarizado, el más pobre e ignorante de todos los poderes. Así trabajes para el New York Times. Hay que diferenciar que Alan y Natalie, los periodistas detrás de la escandalosa y triste historia contra Andrés Manuel no son el New York Times, trabajan para tal, para sus agendas, para su beneficio. A sabiendas o no.
Y entonces se lanzan, orgullosos de lo que tienen en manos, de las fuentes y el fact-checking y los documentos y la certeza de sus editores, de que la información vale la pena. Lo que se les olvida es revisar la agenda de sus propios medios. ¿Cómo beneficia al New York Times que yo publique esto hoy? ¿Cómo influye en el país del que escribo? El pensamiento profundo. La ballena.
Pero no es una guerra contra el presidente, que tampoco se la crea Andrés Manuel. No todo mundo le está haciendo la guerra. Hay quienes creen en la verdad, quienes sopesan la información, quienes se dan cuenta también de las ballenas en el mar de Andrés Manuel, las que de pronto se dejan ver el lomo durante sus conferencias matutinas: el ego, el poder, la manipulación.
Una de las agendas más claras de Andrés Manuel me recuerda mucho a Donald Trump, que aunque en la retórica parecerían opuestos, comparten un mar lleno de ballenas: detestan el cuestionamiento, desprecian al periodista crítico, al ciudadano pensante, al buzo.
Andrés Manuel, diga lo contrario, es un bully. Es un mandatario que sabiendo el peso de sus declaraciones como presidente de un país con la importancia de México, decide no medir sus puñetazos y aplastar a quien lo cuestione, a quien rete su poder. Pero de una manera cobarde: Es una serpiente disfrazada de un gusano enano de cabello gris con una vocecita de un pueblo costeño. Él siempre sonriente, siempre inocente, siempre tiene otros datos. Doxear a una periodista en México desde la presidencia de un país, es una bajeza, una demostración de los verdaderos colores detrás del movimiento Moreno.
Pero como decía al inicio, hoy la verdad importa poco.